sábado, 25 de mayo de 2013

Toda clase de pieles

Había una vez hace muchos años, en un lejano país un rey que necesitaba casarse y tener descendencia, solo   debía cumplir el deseo de sus padres antes de morir y era que debía  hacerlo con la mujer más bella del mundo.
Así el rey decidió ir el mismo buscando por los reinos próximos a la mujer más bella. Tras un largo camino llegó a un reino en el que vivía una familia de la alta nobleza que tenía dos hijas, una de ellas la mayor no le causó buena sensación pero de la hija pequeña se enamoró nada más verla, ahí estaba, delante suyo la joven más bella, dulce y con buenos modales que había visto jamás. El rey le preguntó su nombre y ella le dijo que se llamaba Martina, entonces el rey quiso saber si iría con él a dar un paseo por el bosque. La joven no quería pero al ver un gesto de su padre supo que debía aceptar.
Tras un par de horas después la joven regresó a su casa junto al rey, mientras que éste estaba hablando con el padre de la joven sobre planes futuros,  Martina se encerró en su cuarto llorando, la madre al verla corrió tras ella y le preguntó qué era lo que la ocurría. En ese momento Martina  no tenía consuelo y le contó a su madre que el rey le había dicho que debía recoger sus cosas que se marchaban a palacio y que se casarían aunque fuese en contra de su voluntad.  Su madre sabía que ella estaba interesada  en un apuesto joven de buena familia y no iba a dejar que su hija fuese infeliz junto al rey, por eso le dijo que estuviese tranquila que para retrasar la boda le pedirían al rey unos obsequios que le costaría mucho encontrar. Y así fue le pidieron tres vestidos; uno tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y otro tan brillante como las estrellas y un abrigo hecho con las pieles de todos los animales del mundo. El rey aceptó sin dudar.
Al cabo de dos meses el rey volvió al reino vecino para entregarle a Martina los tres vestidos y el abrigo de toda clase de pieles como ella le pidió. La joven al ver los regalos miró a su madre, la cual le hizo un gesto para que fuesen al cuarto, allí le dijo a su hija que aunque le destrozase el alma debía huir y no volver jamás pero para que se acordase ella le iba a regalar una medalla, un broche con una rueca y un anillo de su boda.
Martina, cogió los vestidos, el abrigo de toda clase de pieles, los regalos de su madre, se despidió de ella y huyó sin mirar atrás. Cuando ya llevaba unos días deambulando por el bosque se desmayó por la falta de alimento y cuando se despertó se encontraba en una habitación preciosa rodeada de mujeres que parecían doncella que la observaban. Se incorporó de la cama y  las doncellas le explicaron que el príncipe y su sequito se la habían encontrado tirada en el bosque y por eso la habían llevado a palacio para asearla y darla alimento, pero la joven solo decía que se llamaba toda clase de pieles y no dejaba que nadie se acercara a su abrigo. Tras varios días en palacio se fue asentando y comenzó a trabajar como una doncella más.
Una de las otras doncellas con la que se llevaba muy bien le dijo que en dos días habría una fiesta en palacio para celebrar  que el príncipe se casaría en unos meses. Martina la engaño y la dijo que nunca había estado en una fiesta así, que si no habría alguna manera de que pudiese ver cómo era. Asique la otra joven le dijo que podría mirar detrás de una cortina.
Cuando llegó la tan esperada noche, Martina tenía muchas ganas de ver al hombre que la había salvado de morir en el bosque por lo que decidió ponerse el vestido que le había regalado el rey tan dorado como el sol. Estaba tan radiante que el príncipe a pesar de que estaba en la sala su futura esposa no podía parar de mirarla. Es tan la admiración que sentía por su belleza que cuando Martina se retiró ya hacia su cuarto para volver a ser una simple doncella, fue tras ella. Martina al ver que iba detrás echó a correr sin darse cuenta que se le había caído la medalla de su madre. El príncipe que lo vio se la guardó para descubrir quién era esa misteriosa mujer.
Al día siguiente la joven quiso recuperar su medalla, pero fue sorprendida por el príncipe quien la preguntó si estaba buscando algo. Ella negó con la cabeza y echó a correr otra vez. El príncipe se quedó pensativo y sin saber la joven ya se había guardado la medalla sin que la viese fue hasta la zona donde dormían los sirvientes en su búsqueda. Allí en uno de los cajones estaba la medalla junto  a un broche con una rueca y un anillo. En ese momento supo que era ella la hermosa mujer que le había robado el corazón.
Esa misma noche se celebraba otro baile en el palacio y Martina a pesar de que tenía miedo de ser descubierta se vistió con el otro vestido tan plateado como la luna y se dirigió a la sala donde se celebraba el baile. Cuando dieron las doce, se marchó sin levantar sospechas y muy contenta porque nadie la había descubierto ni siquiera el príncipe, lo que ni se imaginaba es que el príncipe la estaba esperando en la puerta que da a sus habitaciones y la dijo que estaba enamorado de ella  pero ella le dijo que no podía ser que solo era una doncella y que él debía casarse con una mujer de buena familia. El trató de convencerla y al final consiguió que le contara  su  verdadera historia. Al escuchar que estaba huyendo del rey se quedó perplejo pero le dijo que estuviese tranquila que el la protegería y que anularía la boda que tenía programada para poder casarse con ella, a la que de verdad amaba.

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